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26 abr 2011

La mariposa


  

Un día un hombre encontró un capullo de una mariposa y se lo llevó a su casa para poder ver a la mariposa cuando saliera del capullo.
Al poco tiempo vio que había un pequeño orificio en el capullo y entonces se sentó a observar por varias horas.
La mariposa se esforzaba para hacer que su cuerpo pasase a través de aquel pequeño orificio.
Forcejeaba duramente para poder salir.
Pasaba el tiempo y parecía que ella había dejado de hacer cualquier progreso.
Parecía que había hecho todo lo que podía, pero no conseguía agrandarlo.
Pareció que se había atascado .
Entonces, el hombre decidió ayudar a la mariposa: tomó una tijera y abrió el capullo.
La mariposa pudo salir fácilmente, pero su cuerpo estaba marchito, era pequeño y tenía las alas arrugadas.
El hombre siguió observándola porque esperaba que en cualquier momento, las alas se abrieran y estirasen para ser capaces de soportar el cuerpo, y que éste se hiciera firme.
Pero nada aconteció.
Y la mariposa pasó el resto de su vida arrastrándose con un cuerpo marchito y unas alas encogidas. Ella nunca fue capaz de volar.

Lo que el hombre en su gentileza y su voluntad no comprendía, era el esfuerzo necesario para que la mariposa pasara a través de la pequeña abertura, y esa era la forma en que el fluído del cuerpo de la mariposa, fuese a sus alas, de tal modo que ella estaría lista para volar, una vez que se hubiese liberado.

Algunas veces, el esfuerzo es exactamente lo que necesitamos en nuestra vida.
Si pasáramos por nuestras vidas sin encontrar ningún obstáculo, nos dejaría limitados.
 No lograríamos ser tan fuertes como podríamos haber sido.
 Nunca podríamos volar. 

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